
La historia sin fin
En días en los que no se habla otra cosa que de Messi y su alejamiento de la Selección, hacemos un recorrido por el panorama argentino y su enorme descomposición social.
Durante estos días la sociedad le suplica a Messi que no deje la Selección. El alma colectiva parece alternar entre la nostalgia anticipada de un adiós, el arrepentimiento, la culpa y la sensación de vacío, al ver que su líder futbolístico dio señales de un posible alejamiento. Mientras la hipocresía del #MessiNoTeVayas ocupa los canales de televisión, las radios, las revistas, las redes sociales y la vida cotidiana, nos vemos atravesados permanentemente por problemáticas de enorme gravedad, resultantes de un proceso histórico particular de nuestro país, que representa amenazas reales para la propia reproducción del cuerpo social.
El fenómeno que vive la sociedad argentina puede ser metaforizado de múltiples formas. Algunos comparan a este país con una calesita[1]. La clave de esta analogía es que la calesita da una vuelta sobre sí misma sin desplazarse, generando una ilusión de estar yendo hacia alguna parte, cuando en realidad los movimientos son circulares. Otra analogía que se puede hacer con el fenómeno argentino -ya que hablamos de fenómenos- es el del fenómeno phi. El fenómeno phi fue definido hace más de cien años por la Psicología de la Gestalt; es la percepción de movimiento donde no lo hay. Nuevamente, estamos ante la presencia de una ilusión.
Desde hace décadas vivimos en una decadencia permanente, que suele presentarse bajo una forma particular. Más o menos cada diez años sufrimos una crisis económica y social brutal. A este punto de inflexión le sucede algún tipo de lenta “recuperación”, basada en una mejora relativa -relativa en la comparación inmediata con la crisis precedente- de las condiciones de existencia de la clase trabajadora, para luego de algunos años de estancamiento volver a caer en otra crisis de igual o superior magnitud. Lo asombroso es que este proceso de “recuperación” no logra ni siquiera alcanzar los niveles anteriores a la crisis[2], sin embargo, se vive como un auge y un período de euforia en donde el imaginario social -creer que estamos en el mejor de los mundos- dista mucho de los hechos objetivos de la realidad. En definitiva, una ilusión.
La clase burguesa que se enriquece dentro de nuestras fronteras fue, es y será parasitaria. Su dependencia tanto de la creciente explotación de la clase obrera como del subsidio estatal y la deuda pública hace que nos encontremos en un problema de compleja solución. Las crisis recurrentes dan origen a varios hechos nocivos: el aumento de la jornada laboral, la precarización, el trabajo por fuera de cualquier forma de “beneficio” que la ley burguesa establece -¿a quién se le ocurre que el salario mínimo actual le alcanza a un trabajador para poder vivir?-, y un sin fin de etcéteras. Este combo arroja como principal consecuencia la dependencia directa del control estatal de una gigantesca capa social: la población sobrante. Este segmento cubre actualmente, y luego de 12 años de “crecimiento”, alrededor del 40%[3] de la población argentina, lo cual significa que por lo menos 16 millones de personas viven diariamente sin poder cubrir sus necesidades más elementales. Sin todos los mecanismos de control estatal, es decir, “sincerando” la economía -según el credo liberal- volveríamos al infierno de 2001.
Vivir en este país se ha convertido en un sufrimiento. Esto se evidencia en una multiplicidad de dimensiones de la vida humana, de la cual podemos dar algunos ejemplos. El aumento de la explotación, ya sea empleando mayor cantidad de horas diarias de trabajo humano, o empleando la misma cantidad de horas pero incrementando la intensidad, ha producido una disminución del tiempo ocioso ligado a la búsqueda de placer y el esparcimiento[4]. Esto, sumado a la creciente privatización de espacios públicos, generan como resultados directos el aislamiento, la depresión, la soledad, la ansiedad y el aumento del consumo, tanto de medicamentos como de pantallas y realidades virtuales. Tal es así que hoy en día somos uno de los cinco países del mundo con mayor índice de ansiedad[5][6]. La capital de nuestro país se ha convertido en un sinónimo destacado de la vorágine. Es interesante ver como estas patologías han sido apropiadas por el sistema de salud y arrancadas de la lucha de clases[7].
La búsqueda de sometimiento mediante la vía del capital cultural es otro claro ejemplo. La decadencia de la educación pública desde la última dictadura se dio, en primer lugar, traspasando la enseñanza primaria y secundaria a las provincias -y por lo tanto, limitando severamente sus recursos-, y en segundo lugar, mediante un sostenido descenso de la calidad educativa. Como consecuencia, en los últimos años hemos alcanzado los peores puestos en el Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) [8][9]. La educación pública en su totalidad, es decir en los niveles inicial, primario, secundario, terciario y universitario, tenía tiempo atrás la potencia de actuar como un igualador social, en donde los pobres podían emparejarse con los ricos vía el crecimiento del capital cultural simbólico, tal como lo define la obra de Pierre Bourdieu. Hoy en día el fin de la educación está alienado al punto de actuar como fijador de las desigualdades sociales, donde los pobres deben interrumpir su proceso de formación a mitad de camino obligados a dedicar todas sus fuerzas a la satisfacción de las necesidades vitales más básicas.
El notable empeoramiento de las condiciones de existencia se evidencia en haber ocupado el podio mundial de la inflación durante los últimos años[10][11]. Como bien sabemos, la inflación es un fenómeno que, junto con la devaluación, presiona los salarios de la clase obrera a la baja, en busca de otorgar mayor competitividad a la clase burguesa, y aumentar su tasa de ganancia. Si nos comparamos con las últimas cuatro décadas, vemos en los ’70 un promedio de 3%-5% de pobreza, bien lejos de la llamada pobreza estructural de nuestros días, superior al 30% según diferentes estimaciones[12].
Ante la creciente marginación social se ha optado como “solución al problema de la inseguridad” la militarización de los territorios populares, barrios humildes, villas de emergencia y asentamientos precarios. Este cuerpo militar, en connivencia con las estructuras más viciadas de la policía, ha producido una escalada de violencia social, que se muestra tanto en los crímenes civiles, como es el caso del asesinato del joven científico David Varlotta[13] o el policía de Lanús Damián Montalto[14], como en los crímenes producidos por el aparato represor estatal. El caso de Romina Lemos pinta de cuerpo entero la brutalidad policial[15]. Allá por el año 2006, Romina volvía de bailar en un boliche de la localidad de Pacheco, y se subió junto con un vecino al auto de un chico que conoció esa noche para volver a su casa. Ninguno de los dos sabía que el auto era robado. Un patrullero reconoció la patente y comenzó la persecución a los tiros. El auto pinchó dos ruedas y fue a parar contra un cantero de piedra. El conductor del auto salió corriendo, quedando adentro del vehículo tanto Romina como su vecino. El cabo Cristian Luján González se bajó del patrullero y ametralló tres veces contra el auto. Una de las balas fue a parar al cuerpo de Romina; recorrió el tórax de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás, fracturó una costilla, arrasó con el pulmón derecho, pasó por debajo de la clavícula y destrozó la yugular, provocándole la muerte instantánea.
Ante estas sobradas evidencias de un estado agudo de salud del cuerpo social en permanente deterioro hay quienes quieren cubrir desde el discurso la dura realidad de los hechos. Cabe preguntarse, entonces, si tanto la “década ganada”, como la “revolución de la alegría” no serían meros relatos llevados a cabo minuciosamente para ocultar el desastre. Y por último, con la memoria de los fracasos del pasado y la esperanza en los hechos del futuro, se abre la necesidad de plantear una estrategia revolucionaria al callejón sin salida que se nos aparece hoy con más fuerza que nunca. La clase burguesa, aquella misma que siglos atrás fue la protagonista de la caída del Imperio Español, hoy en día se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo de la vida en este país.
Notas:
[1] http://blogs.elpais.com/pamplinas/2012/11/pa%C3%ADs-calesita.html
[2] El ciclo de la ilusión y el desencanto, Pablo Gerchunoff y Lucas Llach.
[3] http://www.lanacion.com.ar/1885143-uca-la-pobreza-subio-el-ano-pasado-al-29-y-se-disparo-326-en-abril
[4] http://www.clarin.com/sociedad/mayoria-gente-tiempo-libre_0_547745380.html
[5] http://www.ambito.com/diario/804562-estres-laboral-causa-el-70-del-ausentismo-y-golpea-la-productividad
[6] http://www.iprofesional.com/notas/196658-Argentina-en-el-top-five-mundial-de-ansiedad-ocho-de-cada-diez-argentinos-padece-estrs-laboral
[7] http://razonyrevolucion.org/quemado-por-ricardo-maldonado/
[8] http://www.clarin.com/sociedad/Argentina-ultimos-puestos-mundial-educacion-prueba_pisa_0_1040896139.html
[9] http://www.lanacion.com.ar/1644167-mala-nota-para-la-argentina-en-el-informe-pisa-la-evaluacion-internacional-a-estudiantes-sec
[10] http://www.infobae.com/2016/02/08/1787869-argentina-se-ubico-los-paises-mas-inflacion-2015
[11] http://www.lanacion.com.ar/1872356-cuales-son-los-paises-con-mas-inflacion-en-el-mundo.
[12] Ver La probeza en Argentina 1974-2006. Construcción y análisis de la información, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
[13] http://www.lanacion.com.ar/1906006-matan-a-un-joven-cientifico-reconocido-por-la-nasa-durante-un-asalto-en-villa-de-mayo
[14] http://www.clarin.com/policiales/Lanus-asesinaron-policia-Federal-intento_0_1604239561.html
[15] http://correpi.lahaine.org/?p=1019