
Delegar el poder, cambiar al amo
Retomando lo planteado hace unos días, hacemos hincapié en la necesidad de generar de una conciencia de clase que nos permita no delegar el poder, sino tomarlo en nuestras manos.
En este caso decidimos continuar con el hilo del post anterior. Sumando otra perspectiva a la mirada anti-capitalista que nos caracteriza, decidí detenerme a repensar algunos aspectos de esta gran obra de teatro que llamamos elecciones. En muy pocos días se van a efectuar las P.A.S.O, Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, que de abiertas sólo queda el nombre. ¿Se imaginan a un humilde trabajador del común de la gente presentándose como alternativa a Scioli dentro del Frente Para la Victoria? Ni el propio Florencio Randazzo, ministro del interior publicitado por el kirchnerismo más puro, logró darle batalla al actual gobernador. La ofensiva feroz de Randazzo -lanzada inclusive con agravios personales- debió ser silenciada por orden directa de la presidenta, ante el peso electoral de Scioli. Esto evidencia claramente el tinte fuertemente personalista que ha alcanzado la política, en donde los proyectos brillan por su ausencia y se apelan a mensajes carismáticos, sentimentales, simpáticos; a 35 o 40 segundos de propaganda donde los candidatos se emocionan, se abrazan con gente humilde, pobre, que en muchos casos son trabajadores explotados de sus propias empresas o de sus socios.
La carga negativa y el descrédito con el que cuenta hoy en día la política es masivo, a tal punto que todos deben pagar sus consecuencias. Quien desee presentarse como una alternativa y construir un espacio nuevo debe cargar con el permanente dedo acusador de la desconfianza, a veces hasta el extremo del absurdo. “¿La manifestación de los trabajadores despedidos de la fábrica X no fue apoyada por la agrupación Y para tener más notoriedad pública?” “¿La represión de la gendarmería no fue buscada para salir en los medios y ganar adeptos?” “¿Cómo pretenden que un diputado gane lo mismo que un docente? Con esa plata no se puede vivir!” Y un sinfín más de cantaletas.
La cuestión central en las vísperas de elecciones a cualquier nivel es la disputa del poder. Como solemos ver cotidianamente, los políticos replican sus rostros sonrientes en todos los medios visuales posibles -afiches, actos públicos, programas de televisión, diarios, revistas-, esperando obtener como devolución la confianza del potencial votante. ¿Pero con qué significado carga esa actitud de simpatía hacia el elector? Si el potencial votante confía en el candidato de turno, transformará esa confianza en un voto. Y eso implica nada menos que delegar el poder.
Hagamos un paréntesis acá.
El poder suele presentarse de manera amorfa, indefinida. El poder, aunque no parezca, es extremadamente volátil, es energía que se transforma incesantemente. El poder puede fluir fuertemente en una dirección y estar altamente concentrado, puede revertirse rápidamente en otra dirección o puede repartirse equitativamente. En nuestra sociedad suele darse el primer caso; enormes cantidades de poder se acumulan durante largos períodos en pocas manos, para luego ser -a veces- trasladados a otras pocas manos.
Los centros de poder dominantes varían tanto a nivel social, como a nivel político y económico. Pero la estructura económica es la que juega el papel protagónico, ya que define la relación de poder más básica que tienen los seres humanos entre sí. La desigualdad que genera el capitalismo no es otra cosa que desigualdad de poder: quienes son los propietarios acumulan la capacidad de decidir sobre las vidas de los que no lo son, forzados a venderse a sí mismos en un mercado falsamente libre como si fueran meros objetos -o como dice Marx, mercancías.
Esta asimetría brutal es el punto de partida para construir la conciencia que tienen las personas sobre la sociedad, sobre lo exterior. Es decir, determina su ideología, su concepción del mundo. Para poner un ejemplo, ¿le da la misma importancia al valor del dólar blue un especulador financiero que un trabajador que cobra menos que el salario mínimo por jornadas laborales extenuantes? ¿Impacta de la misma manera los impuestos a los granos exportados a China en las multinacionales agrícolas que en un docente del interior de Buenos Aires? Estas grandes diferencias que se dan a pequeña escala, también se reflejan a nivel masivo; basta con ver la agenda de los principales medios de comunicación para comprobarlo. Lo interesante de este fenómeno es como, a través de diferentes estrategias, se logra que las masas terminen tomando como propia una concepción del mundo opuesta, extraña, invertida a su realidad humana. La alienación es la mejor arma de los que tienen el poder.
Y ya que estamos retomamos algo que dijimos un par de párrafos atrás, pero en tono de pregunta: ¿Por qué es extremadamente volátil el poder? Porque depende de la voluntad de quienes lo reciben en seguir aceptándolo, es decir legitimándolo. Mientras sigamos asumiendo mecánicamente las condiciones de representación y decisión política, no podremos esperar cambios. Es indispensable pensar ideas, construir estrategias y diagramar planes de acción concretos en dirección de la desalienación. Necesitamos volver a lo que nos hace humanos; a la cooperación, a la ayuda mutua, a la construcción colectiva que nos permita crecer, elevarnos y superar las adversidades para vivir una vida plena. Tenemos que dejar de delegar el poder para realmente tomarlo en nuestras manos y ser parte del cambio que queremos ver.