
El principio del fin
Me asomo a la ventana. Mi percepción fue exagerada intencionalmente, más sensible que lo habitual. Percibo los innumerables sonidos que hacen vibrar mis oídos, con una bossanova a la cabeza; también el viento y los entremezclados colores de la nocturnidad.
Miro hacia la avenida y me encuentro con muchísimas historias. Una pareja en auto, el taxista, la señora con el celular en la parada del colectivo. Algunos pequeños ejemplos. Cada uno de ellos es una historia.
¿Cómo será la casa del señor con campera?
¿Quién será la primer persona que encuentre el kioskero al finalizar su jornada?
Todas historias y una extraña e infundada curiosidad al respecto.
¿Por qué tanta intriga sobre sus vidas?
Siento que vivo huyendo de mi y viviendo a través de los demás. Una especie de dialéctica hegeliana pero cotidiana. No se queda en una hoja perdida de algún apunte universitario de la “moderna” biblioteca. Ocurre con cada persona que cruzo desde que piso la calle hasta que vuelvo a la cita obligada con la cama.
¿Cómo podré aceptarme si me veo a través de quiénes quizá ni me ven?
Necesito resolver esa encrucijada para que todo sea tranquilidad y liberación. Para que la levedad se apodere de mis hombros, sobrecargados de infinitas ideas inexistentes y retroalimentadas.
Quizá… Quizá usted me pueda ayudar, doctor.