
Ah!… Basta de pensar
En un mundo donde el materialismo ha penetrado hasta el surco más profundo de las pieles humanas, pareciera injusto, sin sentido que las preocupaciones nos vengan por el lado de lo que sentimos.
En un mundo donde el materialismo ha penetrado hasta el surco más profundo de las pieles humanas, pareciera injusto, insensible, sin sentido que las preocupaciones nos vengan por el lado de lo que sentimos. Sin embargo, esto nos representa una contradicción porque incluso toda falta o afección material que nos aqueje se manifiesta a través de sensaciones, de las más diversas, pero sensaciones al fin.
No es de esto, de todas formas, sobre lo que estas palabras buscan hablar. Más bien este primer párrafo constituye un escudo anti-escépticos, aunque por supuesto sus críticas son bienvenidas. Este espacio virtual, en su propia definición, nos habla de un lugar donde caen las palabras y buscan un sentido, en lo posible a través de un cierto orden. En este caso, quizá ese orden no sea buscado simplemente porque el autor mismo no lo tiene. Quizá de aquí solo se desprenda una explosión de sensaciones que buscan salir. Sería hipócrita decir que las palabras que harán las veces de medio buscan llegar a cientos de miles de ojos. Pero más hipócrita sería no reconocer que quizá buscan llegar a alguno en particular. Brotan como un grito desesperado, mezclado con la suavidad, paradójicamente, de los sentimientos más sanos. Quizá en breve muten y transformen su lírica. He ahí un ejemplo de este desorden. Y bienvenido.
Las presiones, los desencuentros, esos amores que son, que fueron, que pueden ser y no son, o quizá sean. Los tiempos, el paso del tiempo, las necesidades, la felicidad y los lugares donde inconscientemente la situamos. Todas cosas efímeras que transformamos y se transforman, muchas veces sin nuestra voluntad. En este mundo ido entre cifras y cantidades, a pesar de todo, ¿quién puede culparnos por sufrir por esto? Mejor aún, ¿quién puede tratarnos de conformistas por disfrutar de esto? Los momentos compartidos son absolutamente efímeros, intangibles, y están totalmente habilitados para ser grandes exponentes de aquellos recuerdos que nos sacan una sonrisa o una lágrima y se alojan en lo más profundo de nuestra memoria hasta que esta deje de emitir señal, y en el camino hacia ese final, devolvernos esa mueca de felicidad o esa gota que recorre las mejillas, una y otra vez.
Una melodía, un beso, un abrazo, una caricia, una frase, una expresión, de la forma justa, en el momento indicado, desde esa persona exacta puede transportarnos, el tiempo que nos sea necesario, a un nuevo ámbito que forma parte de nuestra realidad, pero en otra dimensión. Quizá el grito suave de quien escribe es a ese oído particular que busca, infinitamente, para confluir en esas sensaciones nuevamente. Sin egoísmos, sino de a dos, como mejor se disfruta la vida. O tal vez no. Quizá ese grito desesperado es a quien decida escucharlo, solo para advertirle que abandone los descuidos a aquello que parece no prestarle atención, porque cuando estos momentos – estas cosas que nos resultan tan cotidianas que no nos permiten ver cuánto nos llenan- se alejen, el dolor se hace presente y es un enemigo difícil de doblegar.
Respetando el respeto de Efecto Soma por la expresión, las palabras se tornan irrespetuosas y, en otro formato, pretenden explicar la incertidumbre y la razón del grito desesperado:
No se si es tu mirada.
No se si son tus ojos fijos, seguros, brillantes, mirándome como nadie lo hizo.
No se si es tu pelo.
No se si son las distintas variantes que tuve la suerte de conocer.
No se si es su suavidad que a través de mi mano tengo la suerte de conocer.
No se si es tu nariz.
No se si es la respiración cercana que me excita y se transforma en el aire que me permite vivir.
No se si es tu oído y las hermosas melodías que te gusta disfrutar y que me gustaría compartir.
No se si son tus mejillas.
No se si es su tierna forma y su suave piel, que tienta a mis manos a que las toque y las acaricie cuanto hagan falta para sentirte cerca y sentirme tranquilo.
No se si es tu boca… No se si es tu sonrisa perfecta, que ilumina mis ojos cada vez que se deja ver y de la cual llevo una foto mental que me acompaña todos los días y me quita una sonrisa cuando la vida me quiere sacar.
No se si son tus labios… No se qué decir de tus labios. No se qué decir que no te haya dicho de tus labios.
No se si es su pequeñez y su suavidad.
No se si es su humedad y su forma carnosa.
No se si son esos besos que me dan, capaces de transportarme a otro plano infinito donde no existe nada y existe todo, y me acercan al estado sentimental más puro, acompañado de un sinfín de sensaciones que las palabras creadas por el hombre no sabrían explicar.
No se si es tu cuerpo… dueño de movimientos danzantes y femeninos; fruta prohibida del árbol de mi vida al cual anhelo llegar como máximo deseo; tentación de mis manos, sueño de mis labios, objetivo de mis caricias, única explicación de los abrazos.
No se si es tu alegría, tu sensibilidad, o tu seguridad.
No se si es tu fuerte personalidad, no se si es tu capacidad de afrontar obstáculos, o tu inteligencia.
No se si es tu diversión, tu deseo por conocer, o tu carisma.
No se si es tu falta de timidez, tu locura, o si son tus sueños.
No se si son tus deseos, tus planes, o tus proyectos.
No se si son tus sentimientos, si es tu expresividad o tu ternura.
No se si es esa nena hermosa que llevas adentro, esa adolescente extrovertida, o esa mujer madura.
No se si es ese sentimiento maternal, tu compañía o tu pasión.
No se si son nuestras coincidencias, nuestras diferencias, o nuestra capacidad de convivir con ambas. No se si son tus historias, si es cómo las contas, o si es cómo las vivís.
No se si tiene que ver con tu indescriptible hermosura, con tus incontables cualidades personales, o ambas.
No se.
En realidad, si se.
Sé que es cada una de estas cosas por separado.
Se que cada una te conforma.
Se que cada una hace a una persona maravillosa.
Se que todo te hace a vos. Y se que son todas estas cosas, juntas, que te hacen a vos, las que me enamoran.
Se que te quiero.
Se que me gustas.
Se que me encantas.
Se que me excitas.
Se que me haces feliz. Y se que quiero compartir cada uno de mis próximos segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, y años, del primero al último, con cada una de estas cosas y con vos.
No se por qué.
En realidad si se.
Y creo que lo llaman Amor.
Y de vuelta al silencio, a la oscuridad de esta habitación, a las palabras y las melodías que invaden los oídos y se transportan a las manos que dan vida a estas palabras, el deseo continúa. El grito se perpetúa en el tiempo y ya nadie siente culpa de sentir. El tiempo se hace daga y la espera, interminable. Pero la semilla está plantada, desde el primer día. El grito muta su pedido pero no su dirección. Liberación, exige, de aquello que está relegado, negado, reprimido por resistir lo cotidiano, por esas formas morales que nos imponen dolores que no merecemos. Dejémoslos salir, son puros y no dañan: son los sentimientos.