
Un viaje a las Tesis sobre Feuerbach (I)
Algo que no podemos obviar de Marx es su talla intelectual. Las Tesis sobre Feuerbach son un conjunto de breves notas filosóficas escritas en 1845 y publicadas luego de su muerte. En esta obra aborda una preciosa crítica a la filosofía anterior, centrándose en las ideas de dos filósofos alemanes del siglo XIX: Ludwig Feuerbach y Georg Hegel.
Veamos la primera nota, la Tesis I, y tratemos de desmenuzar los conceptos que plantea Marx:
Tesis I: El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y fija la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actuación “revolucionaria”, “práctico-crítica”.
Marx pretende tomar distancia de todo el materialismo predecesor, incluyendo al materialismo de Feuberach, al comenzar la primera tesis con la declaración “El defecto fundamental de todo el materialismo anterior…”. Bien sabemos de su espíritu siempre crítico y a la vez superador. No se conformaba con analizar la filosofía anterior (especialmente la filosofía alemana contemporánea) sino que además planteaba soluciones a las inconsistencias que iba detectando cuando las contrastaba con su militancia política. No nos olvidemos que fue partícipe de la formación de la Primera Internacional en 1864.
Para comenzar a entender la Tesis I debemos preguntarnos qué es el materialismo y qué es el idealismo.
El materialismo es una forma de entender la realidad. El punto de partida es pensar a toda la realidad como realidad material, y a la conciencia humana que pretende conocerla como algo resultante de ella. Para Feuerbach existe una realidad objetiva, es decir, existe una realidad exterior al sujeto que pretende conocerla. Aclaremos esto con un ejemplo. Vamos caminando por la calle y vemos un choque de autos. ¿Ese choque existe por fuera de nosotros, o es un producto del pensamiento? Dicho de otra manera, ¿estamos viendo un accidente que realmente ocurrió, independientemente de que nosotros lo hayamos presenciado o no? Para Feuerbach y Marx sí.
El idealismo alemán al que se refiere Marx es el que desarrollaron tanto Kant como Hegel. Su crítica, sin embargo, va dirigida a Hegel, uno de sus maestros filosóficos, del cual es deudor nada menos que de la dialéctica. Para hablar del pensamiento hegeliano sería necesario extenderse por una red conceptual complejísima, pero súper rica y orgánica. Básicamente, logra construir un sistema filosófico donde “todo tiene que ver con todo”. El idealismo hegeliano contra el que discute Marx constituye la negación absoluta de toda realidad exterior al sujeto. Es decir, todo el mundo que nos rodea, y nuestro mundo interior también, están en nuestra mente, es el resultado de nuestra mente. Volviendo al ejemplo anterior. ¿Ese choque que presenciamos, existe por fuera de nosotros, o es un producto del pensamiento? Para los idealistas, es un producto del pensamiento.
Hegel sostenía que nuestra conciencia es la que produce la realidad que vemos por fuera nuestro. ¿Y las facultades propias de la conciencia, cómo las adquirimos? Hegel contestaría que cada uno de nosotros conoce el mundo porque nuestra conciencia va adquiriendo sus facultades de manera progresiva, en un permanente devenir, en un permanente movimiento. Y cómo la única sustancia es el Espíritu (que en su origen es Idea que aún no se ha desarrollado), nosotros somos derivados del espíritu, somos copias muy pequeñas e idénticas de él. En su historia, el Espíritu se iría desenvolviendo en un movimiento de ida y vuelta, saliendo de sí mismo para conocer su exterior y luego volviendo a sí mismo con el conocimiento de la totalidad, aquel conocimiento que sintetiza el conocimiento del mundo interno con el conocimiento del mundo externo (su negación), a través de la razón absoluta. Si somos copias de ese Espíritu, nuestra esencia es idéntica. Por lo tanto, el fin último del ser humano es, para Hegel, la razón absoluta, el conocimiento de la totalidad. Además la historia del ser humano es la historia del Espíritu.
La vieja relación entre el Creador y el Creado, que en Platón se plasma en la idea del demiurgo (aquel “artesano” que crea el mundo), acá aparece reformulada. Hegel es la culminación del idealismo occidental. En su reformulación, el Creador crea al creado, pero al mismo tiempo permanece desarrollándose a la par de él. En ese desarrollo, el Creador y el creado van conociendo cada vez más la realidad hasta que culminan con dos cosas. Por un lado, con el conocimiento absoluto. Por el otro, con la plasmación concreta de ese conocimiento en una práctica que en su recorrido constituye la justificación de la religión cristiana y el derecho y la moral prusiana.
Los valores éticos que iría a desarrollar ese ser humano hijo del Espíritu a lo largo de su desenvolvimiento en la historia eran los valores de la Revolución Francesa, revolución de la cual tantos contemporáneos de Hegel (como José de San Martín) bebieron de su ideología. A esta altura no hace falta aclarar que Hegel era, además, perfectamente funcional a la Iglesia Católica. En definitiva, el fin de la historia y la culminación de nuestro devenir humano llegaría para Hegel el día que alcancemos el conocimiento de toda la realidad a través de la razón absoluta (prescindiendo de la riqueza de las emociones y la experiencia humana), y los valores éticos de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Valores, que por otro lado, jamás se plasmaron en los 200 años siguientes de manera universal. O acaso somos ¿libres, iguales y hermanos? ¿Cómo serlo si existen el capitalismo, las clases sociales y las naciones?
Retomemos ahora la tesis hacia su pasaje final:
“Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo sólo considera la actitud teórica como la auténticamente humana, mientras que concibe y fija la práctica sólo en su forma suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no comprende la importancia de la actuación “revolucionaria”, “práctico-crítica”.”
Feuerbach es autor de una obra maestra llamada La esencia del Cristianismo, de la cual Marx es deudor tanto del concepto de enajenación como del ateísmo, que concluye en la famosa frase “La religión es el opio de los pueblos.”. En La Esencia del Crisianismo Feuerbach enarbola una profunda mirada sobre la esencia humana, y cómo esta esencia se proyectaría en un Dios (el dios cristiano) que portaría los valores supremos que el ser humano pretende alcanzar. De ahí la creencia en un dios omnipotente (que tiene todos los poderes), omnipresente (que está en todos lados) y omnisapiente (que todo lo sabe). En este error de proyectarnos en una entidad imaginaria caería también Nietzsche al plantear el “superhombre”, la cristalización de los valores pequeño-burgueses de su época (el “cada cual se da a sí mismo sus propias reglas” es nada menos que el concepto de “libertad individual” desde una tradición individualista que bebe del egoísmo de Max Stirner).
Para Feuerbach todos tenemos conciencia de lo infinito. La religión se da cuando proyectamos hacia afuera esa conciencia de lo infinito y la plasmamos en un dios. La tarea sería traer de nuevo el infinito hacia la conciencia. La realización plena del ser humano se dará cuando rompa con la enajenación religiosa, cuando logre volver a ser consciente de que su esencia es infinita, es decir, la realización plena del ser humano se dará mediante un proceso puramente mental.
De ahí que Feuerbach conciba la realidad como “contemplación y no como actividad humana práctica”, no como praxis, como actividad práctica del ser humano, actividad revolucionaria de sí mismo y de su entorno.